Para estudiar a Martí

Guillermo Castro H.

José Martí ha sido una presencia constante en la contemporaneidad de nuestra América. Esa presencia ha aportado dos elementos de especial importancia en nuestra cultura y nuestra política. Uno, de carácter ético, ha sido su fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, y en el poder transformador del amor triunfante. El otro ha sido la singular capacidad analítica que nos proporciona su pensar.

            En ese pensar de Martí sorprenden dos cosas. Una es la actualidad de lo pensado en las circunstancias históricas que dieron origen al mundo que conocemos. La otra es la vigencia de su pensar mismo, esto es, su capacidad para ayudarnos en la comprensión de las circunstancias de nuestro propio tiempo. Y esto no es poca cosa, si recordamos que nació en 1853 y murió en 1895, cuando había vivido apenas 42 años.[1]

            En realidad, el pensar martiano hace parte del inmenso legado cultural acumulado por nuestras sociedades de Bartolomé de las Casas (1474-1566) acá, en nuestra lucha incesante por hacernos de un lugar en el mundo en el que podamos disfrutar de una prosperidad equitativa y sostenible, gestionada mediante la participación de todos en las cosas de todos. Ese legado es amplio y diverso. Incorpora aportes que nos vienen desde nuestras sociedades originarias como de culturas europeas, africanas y asiáticas, y se expresa hoy en las luchas, los afanes y los frutos de un proceso en el cual – como dijera el propio Martí – “De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas.”[2]

            Ese legado es más importante que nunca en los tiempos de transición y cambio que atraviesa la civilización en cuyo seno nos hemos forjado. Hoy sabemos que el desarrollo histórico no se dirige por sí mismo a ningún destino en particular. Pero sabemos también que ese desarrollo “al contrario, procede de algún sitio”.[3] Por lo mismo, conocer ese origen tiene una importancia decisiva para escoger el destino al que deseamos encaminar nuestros esfuerzos.

            El pasado de nuestra civilización es tan amplio y diverso que puede parecernos infinito. Por eso es tan importante escoger para su estudio aquellos elementos que sean de la mayor importancia para nosotros. Y uno de esos elementos consiste en la obra de quienes, en el empeño de conocer y explicarse su mundo, nos legaron orientaciones y herramientas de valor para comprender el nuestro. Así las cosas, estudiar y conocer a Martí nos ayuda en primer lugar a entendernos mejor a nosotros mismos, y esto es imprescindible para orientarnos en la tarea de construir sociedades mejores, que contribuyan al equilibrio del mundo en una época convulsa.

Para forjar así nuestra propia visión del mundo siempre será útil conocer cómo forjó él la suya, qué valores la caracterizaron, y cómo la expresó en su vida social, su creación cultural y su práctica política. Para esto, no hay nada mejor que estudiar a Martí en su propia obra y, por supuesto, en su propio tiempo.[4]

Martí alcanzó la plenitud de su madurez durante su vida como exiliado político en Nueva York, entre 1881 y 1895. Desde allí apreció con gran detalle las transformaciones en curso en un mercado mundial que entonces estaba organizado en un sistema colonial, y comprendió con singular agudeza las contradicciones internas de ese sistema. El alcance de esta dimensión de su legado puede apreciarse en particular en su labor como corresponsal para el periódico La Nación, de Buenos Aires, por entonces uno de los más importantes de nuestra América.

En esa labor – realizada siempre en la perspectiva de la lucha por lograr que Cuba llegara a ser “libre -de España y de los Estados Unidos”-[5], Martí prestó especial atención a las implicaciones de esas contradicciones para los propios Estados Unidos, la América que hoy llamamos latina y, por supuesto, para Cuba, que por entonces era, junto a Puerto Rico, lo que quedaba del imperio español en América. Y en ese periodo, también, escribió lo mejor de su obra poética, incluyendo el que quizás sea su pequeño gran libro mayor, los Versos Sencillos, de 1891.[6]

Conviene advertir, en todo caso, sobre algunos riesgos a que conviene estar atento al acercarnos a la obra de Martí. El primero de ellos es el anacronismo, esto es, leerlo sin atender a las diferencias de época entre la redacción original y nuestra lectura. En lo que hace a los Estados Unidos, como el hispanoamericano culto de fines del siglo XIX que fue, cuestionó en lo peor y admiró en lo mejor la cultura de una sociedad creada por el capitalismo para el capitalismo como ninguna otra de su tiempo, o del nuestro.

Otro riesgo es el de la fragmentación de su obra, al calor sobre todo de su extraordinaria riqueza estética y moral. Y es que, en efecto, la plenitud del valor de cada elemento de la obra de Martí solo se expresa de manera adecuada en su relación con el conjunto de su vida y de su actividad creadora, por lo cual su pleno dominio y disfrute demanda un constante ejercicio de contextualización.

Estos riesgos, por otra parte, están vinculados entre sí. En relación con el de anacronismo, por ejemplo, el de fragmentación exige del lector que conozca y comprenda los prejuicios raciales, sociales y culturales provenientes de la geocultura liberal en la que Martí se había formado, y a la que buscó trascender. Nada ilustra esta voluntad de trascendencia como la frase en la cual, frente al liberalismo ya conservador de su tiempo, expresa que no hay en nuestra América batalla “entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza.”[7]

Conocer a Martí de esta manera nos permitirá comprender y disfrutar mucho más y mejor sus afinidades con personalidades de nuestro tiempo, como el papa Francisco, en su visión de la superioridad del tiempo sobre el espacio, de la unidad sobre el conflicto, de la realidad sobre la idea, y del todo sobre las partes.[8] Sin embargo, y sobre todo, lo más importante es que desde Martí aprendemos a comprender mejor la capacidad de nuestra gente para el mejoramiento humano y el ejercicio de la virtud, y a confiar en ella y contribuir a su desarrollo.

Desde allí, nos acercamos de rica manera al espíritu mismo de la política que reclama nuestro tiempo: aquella que exprese en la práctica una cultura orientada a comprender y fortalecer la unidad del género humano; a entender y apreciar la relación analógica entre el mundo material y el espiritual, y a atender la necesidad de un análisis permanente del ejercicio de la política como medio para cambiar el mundo.

Desde esa cultura confirmamos, en suma, que “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”, y comprendemos que

Esto es luz, y del sol no se sale. Patria es eso. – Quien lo olvida, vive flojo, y muere mal, sin apoyo ni estima de sí, y sin que los demás lo estimen: quien cumple, goza, y en sus años viejos siente y trasmite la fuerza de la juventud: no hay más viejos que los egoístas: el egoísta es dañino, enfermizo, envidioso, desdichado y cobarde.Esto es luz, y del sol no se sale. Patria es eso. – Quien lo olvida, vive flojo, y muere mal, sin apoyo ni estima de sí, y sin que los demás lo estimen: quien cumple, goza, y en sus años viejos siente y trasmite la fuerza de la juventud.[9]

Alto Boquete, Panamá, 20 de enero de 2023


[1] Es bueno recordar que Martí fue compañero de generación del mexicano Francisco Madero (1873-1913) y del panameño Belisario Porras (1856-1942), miembros también de la gran generación de jóvenes liberales democráticos que buscaron consolidar la soberanía nacional de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas ampliando y fortaleciendo su soberanía popular.

[2] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 16 – 17.

[3] Chris Wickham: Europa en la Edad Media. Una nueva interpretación. Crítica, Barcelona, 2017. http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/europa_en_la_edad_media.pdf

[4] El ensayo Nuestra América, que sintetiza de manera admirable el pensar de Martí sobre la región en que vivimos, puede encontrarse en el sitio http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/osal/osal27/14Marti.pdf, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Allí también se puede puede encontrar la Edición Crítica de sus Obras Completas, disponibles en el portal https://www.clacso.org.ar/coleccion_jose_marti/, elaborada – y aún en curso – por el Centro de Estudios Martianos de La Habana, Cuba.

[5] Cuadernos de Apuntes, 18 (1894). Op. Cit., XXI, 380.

[6] Por ejemplo, en https://www.literatura.us/marti/sencillos.html

[7] “Nuestra América”. Op. Cit., VI, 17.

[8] Francisco (2013): Evangelii Gaudium, 221-237. http://www.aciprensa.com/Docum/evangeliigaudium.pdf

[9] “En casa”, Patria, 26 de enero de 1895. Op. Cit. V, 468 – 469

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